sábado, 5 de enero de 2013

Capítulo 10: Poder de la Sangre


Aunque podía verle e incluso sentirle, sabía que no era real. Por un instante deseé que lo fuera, para volver a nuestra asquerosa casa, esa a la que llamábamos hogar. Pero la luz se fue, algo, una montaña debía de ocultarlo ya. Me atrevía a admirar aquel paisaje. Me encontré, que dicha montaña no era más que una figura, una enorme figura que aunque grácil y atrayente, infundía respeto y cierta clase de terror. La luz que relucía tras su espalda, parpadeaba y emitía ciertos ruidos aleatorios como si fuera su cómplice y le diera órdenes. No conseguía verle la cara que, no sabía si era por intuición, no parecía tener trazos de felicidad. Soltó una especie de rugido que sonaba como una efímera carcajada.
-Mantenla aquí, dijo serenamente.
Contó con la afirmación del corpulento. ¿Tendría que estar más tiempo allí encerrada? No podía concebirlo. Se me pasó por la cabeza que, quizás era la última vez que iba a catar la sangre. Miré el cadáver que ya se había desangrado por completo. ¿Tendría que guardar este manjar, ya sucio por el suelo, para no morir disecada? Era repulsiva. El suelo de mi celda estaba hecho una auténtica porquería: arena, barro, polvo, pelusas… Nada que tocara eso podría entrar en mi boca. Ni aunque me estuviera muriendo de hambre y estuviera repleto de sangre. Pero un momento… ¿Pretendían encerrarme aquí hasta que les placiera, y encima lo estaba asumiendo? ¿Se podía saber que estaba haciendo la sangre humana conmigo? Ni siquiera me reconocía. Nunca he sido de las que reciben órdenes, sino consejos, y encima aquellos que me interesaban. Ya había estado suficientemente encerrada durante mi vida humana como para que lo esté también ahora. Cuando me decidí por plantarle cara al desconocido, me percaté de que se había ido en el más absoluto sigilo. ¿Sería él también un vampiro? Apostaría lo que fuera a que sí. ¿Es que en aquel lugar todos poseían ese don? Es más, ¿En aquella época todos sabían de su existencia, y teniéndola por la fuente de la mismísima juventud, todos habían hecho el pacto con el diablo? Las respuestas de aquellas preguntas se escapaban a mi comprensión.  En todo caso, mi objetivo era salir de ahí, como fuera.
Estaba alimentaba, motivada y por lo tanto fuerte; en cambio, el hombre que custodiaba mi jaula era muy fuerte, estaba desorientada y completamente perdida. Esa era mi lucha interna, sólo necesitaba una cualidad más para lanzarme a su cabeza como un puma hambriento. Él era bastante grueso, lo que no le permitía gran movilidad pero yo era ágil. Ése era el desempate que necesitaba. 

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