Aunque podía verle e incluso sentirle, sabía
que no era real. Por un instante deseé que lo fuera, para volver a nuestra
asquerosa casa, esa a la que llamábamos hogar. Pero la luz se fue, algo, una
montaña debía de ocultarlo ya. Me atrevía a admirar aquel paisaje. Me encontré,
que dicha montaña no era más que una figura, una enorme figura que aunque
grácil y atrayente, infundía respeto y cierta clase de terror. La luz que
relucía tras su espalda, parpadeaba y emitía ciertos ruidos aleatorios como si
fuera su cómplice y le diera órdenes. No conseguía verle la cara que, no sabía
si era por intuición, no parecía tener trazos de felicidad. Soltó una especie
de rugido que sonaba como una efímera carcajada.
-Mantenla
aquí, dijo serenamente.
Contó con la afirmación del corpulento.
¿Tendría que estar más tiempo allí encerrada? No podía concebirlo. Se me pasó
por la cabeza que, quizás era la última vez que iba a catar la sangre. Miré el
cadáver que ya se había desangrado por completo. ¿Tendría que guardar este
manjar, ya sucio por el suelo, para no morir disecada? Era repulsiva. El suelo
de mi celda estaba hecho una auténtica porquería: arena, barro, polvo, pelusas…
Nada que tocara eso podría entrar en mi boca. Ni aunque me estuviera muriendo
de hambre y estuviera repleto de sangre. Pero un momento… ¿Pretendían
encerrarme aquí hasta que les placiera, y encima lo estaba asumiendo? ¿Se podía
saber que estaba haciendo la sangre humana conmigo? Ni siquiera me reconocía.
Nunca he sido de las que reciben órdenes, sino consejos, y encima aquellos
que me interesaban. Ya había estado suficientemente encerrada durante mi vida
humana como para que lo esté también ahora. Cuando me decidí por plantarle cara
al desconocido, me percaté de que se había ido en el más absoluto sigilo.
¿Sería él también un vampiro? Apostaría lo que fuera a que sí. ¿Es que en aquel
lugar todos poseían ese don? Es más, ¿En aquella época todos sabían de su
existencia, y teniéndola por la fuente de la mismísima juventud, todos habían
hecho el pacto con el diablo? Las respuestas de aquellas preguntas se escapaban
a mi comprensión. En todo caso, mi
objetivo era salir de ahí, como fuera.
Estaba alimentaba, motivada y por lo tanto
fuerte; en cambio, el hombre que custodiaba mi jaula era muy fuerte, estaba
desorientada y completamente perdida. Esa era mi lucha interna, sólo necesitaba
una cualidad más para lanzarme a su cabeza como un puma hambriento. Él era
bastante grueso, lo que no le permitía gran movilidad pero yo era ágil. Ése era
el desempate que necesitaba.
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